Artículos de Esmalcalda

ARTICULO TERCERO

1 Que los capítulos52 y los conventos, fundados antiguamente con la buena intención de formar hombres instruidos y mujeres honestas, deben ser nuevamente ordenados a tal uso, a fin de que se pueda tener también pastores, predicadores y otros servidores de la iglesia, lo mismo que personas necesarias para el gobierno secular en las ciudades y en los países, también jóvenes muchachas bien educadas para llegar a ser madres de familia y amas de casa, etcétera.

2 Si no quieren [los capítulos y conventos] servir a esto, es mejor dejarlos yacer en ruinas y destruirlos, antes que verlos ser considerados, con su culto que es una ofensa a Dios y una invención de los hombres, como superiores al estado común de cristianos, a las funciones y órdenes53 que Dios ha fundado; porque todo está nuevamente contra el primero y principal artículo de la redención realizada por Jesucristo. Además (como toda invención humana), no son mandados, ni necesarios, ni útiles, más aún, constituyen un fatigoso trabajo, peligroso y perjudicial y en vano, como dicen los profetas respecto a tales cultos divinos llamándolos aven, 54 esto es, trabajo fatigoso.

ARTICULO CUARTO

1 Que el Papa no es de iure divino, es decir, en virtud de la Palabra de Dios,55 la cabeza de toda la cristiandad (porque esto le corresponde solamente a Jesucristo), sino sólo el obispo o el pastor de la iglesia de [la ciudad] Roma o de todas aquellas que voluntariamente o por obediencia a una institución humana (esto es la autoridad secular56) se han supeditado a él, no bajo él como un señor, sino junto a él, hermanos y colegas, como cristianos, como lo demuestran los antiguos concilios y los tiempos de San Cipriano.57 2 No obstante, ningún obispo, ni siquiera un rey o emperador se atreven a llamar al Papa “hermano”, como en aquellos tiempos, sino que tiene que nombrarlo “muy clementísimo señor”. Esto no lo queremos, no lo debemos y no lo podemos admitir en nuestra conciencia. El que lo quiera hacer, que lo haga sin nosotros.

3 De aquí se deduce que todo lo que el Papa ha realizado y emprendido basándose en tal falso, perverso, blasfemo, usurpado poder, no ha sido ni tampoco hoy día más que cosas y negocios diabólicos (salvo en lo que concierne al poder secular, donde Dios se sirve de un tirano o de un malvado para hacer el bien a un pueblo) para perdición de toda la santa iglesia cristiana (en cuanto de él depende) y para destruir este primer artículo principal de la redención por Jesucristo.

4 En efecto, todas sus bulas y libros están ahí, en los que semejante a un león, ruge (como lo representa el ángel del capítulo 12 del Apocalipsis58) que ningún cristiano puede ser salvo, si no es obediente y se somete a él en todas las cosas, en lo que quiera, en lo que diga, en lo que haga.59 Esto equivale a decir: “Aunque creas en Cristo y tengas todo en él cuanto es necesario para la salvación, será en vano todo y de nada de ha de valer, sino me consideras como a tu Dios y no te sometes y me obedeces”. Sin embargo es manifiesto que la santa iglesia estuvo sin Papa por lo menos quinientos años60 y hasta hoy la iglesia griega y muchas otras iglesias que hablan otros idiomas no han estado nunca ni están bajo el dominio del Papa. 5 Esto, como se ha dicho a menudo, es una invención humana que no está basada sobre ningún mandamiento, es innecesaria y vana, pues la santa iglesia cristiana puede permanecer bien sin tal cabeza e incluso habría permanecido mejor, si tal cabeza no se le hubiera agregado por el diablo. Además, el papado no es ninguna cosa útil en la iglesia, ya que no ejerce ninguna función61 cristiana. 6 Por consiguiente, la iglesia debe permanecer y subsistir sin el Papa.

7 Pongo el caso de que el Papa renunciase a ser el jefe supremo por derecho divino o por mandato de Dios y que, en cambio para poder mantener mejor la unidad de la iglesia contra las sectas y las herejías, se debiese tener una cabeza, a la cual se atuviesen todos los demás. Tal cabeza sería, entonces, elegida por los hombres y estaría en la elección y el poder humano modificar o destruir tal cabeza, como lo ha hecho exactamente en Constanza el concilio con los papas; destituyeron tres y eligieron un cuarto.62 Pongo el caso, pues que el Papa y la sede de Roma consintiesen y aceptasen tales cosas, lo cual es imposible, porque tendría que permitir que se cambiara y destruyera todo su gobierno y estado con todos sus derechos y libros. En resumen, no puede hacerlo. Sin embargo, con ello, no se ayudaría en nada a la cristiandad y surgirían más sectas que antes. 8 En efecto, puesto que no se tendría que estar sometido a una tal cabeza por orden de Dios, sino por la buena voluntad humana, sería pronto y fácilmente despreciada y finalmente no podría retener a ningún miembro [bajo su dominación]. No debería estar en Roma o en otro lugar determinado,63 sino donde y en qué iglesia Dios hubiera dado un hombre tal que fuese capacitado para ello. ¡Oh, qué estado de complicación y desorden tendría que surgir!.

9 Por lo tanto, la iglesia nunca puede estar mejor gobernada y mejor conservada que cuando todos nosotros vivimos bajo una cabeza que es Cristo, y los obispos, todos iguales en cuanto a su función64 (aunque desiguales en cuanto a sus dones65) se mantienen unánimes en cuanto a la doctrina, fe, sacramentos, oraciones y obras del amor, etc. De este modo escribe San Jerónimo66 que los sacerdotes de Alejandría gobernaban en conjunto y en común las iglesias, como los apóstoles lo habían hecho también y después todos los obispos en la cristiandad entera, hasta que el Papa elevó su cabeza por encima de todos.

10 Este hecho demuestra evidentemente que el Papa es el verdadero Anticristo,67 que se ha colocado encima de Cristo y contra Él, puesto que no quiere que los cristianos lleguen a ser salvados sin su poder, a pesar de que no vale nada, porque no ha sido ordenado ni mandado por Dios. 11 Esto propiamente, como dice San Pablo, “se opone y se levanta contra Dios” (2Ts. 2:4). Los turcos y los tártaros no actúan así, aunque sean muy enemigos de los cristianos; al contrario, dejan creer en Cristo al que quiera y no exigen de los cristianos sino el tributo y la obediencia corporales. 12 Pero el papa no quiere dejar creer [en Cristo], sino que se le debe obedecer para ser salvo. Eso no lo haremos, antes moriremos en el nombre de Dios. 13 Todo esto viene porque el papa ha exigido ser llamado de jure divino jefe de la iglesia cristiana. Por eso se tuvo que colocar a la par de Cristo y sobre Cristo, y ensalzarse como la cabeza y después como el señor de la iglesia y finalmente también de todo el mundo y directamente un Dios terrenal,68 hasta a atreverse a dar órdenes a los ángeles en el Reino de los Cielos.69

14 Y cuando se establece una distinción entre la doctrina del papa y la Sagrada Escritura o cuando se les confronta y se les compara, se encuentra que la doctrina del papa en su mejor parte está tomada del derecho imperial pagano,70 y enseña negocios y juicios mundanos, como lo atestiguan sus decretales.71 Trata en seguida [la doctrina papal] de las ceremonias eclesiásticas, de las vestiduras, de los alimentos, de las personas y similares juegos pueriles, obras carnavalescas y necias, sin medida alguna, pero, en todas estas cosas, nada de Cristo, de la fe y de los mandamientos de Dios.

Al fin y al cabo nadie sino el mismo diablo es quien con engaño de las misas, el purgatorio, la vida conventual, realiza su propia obra y su propio culto (lo que es, en efecto, el verdadero papado), sobreponiéndose y oponiéndose a Dios, condenando, matando, y atormentando a todos los cristianos que no ensalzan y honran sobre todas las cosas tales horrores suyos. Por lo tanto, así como no podemos adorar al diablo mismo como un señor o un dios, tampoco podemos admitir como cabeza o señor en su gobierno a su apóstol, el Papa o Anticristo. Pues su gobierno papal consiste propiamente en mentiras y asesinatos, en corromper eternamente las almas y los cuerpos, como ya he demostrado esto en muchos libros.

15 En estos cuatro capítulos tendrán [los papistas] bastante materia para condenar en el concilio, ya que no pueden ni quieren concedernos ni un ápice en los mismos. De esto debemos estar seguros y abrigar la esperanza de que Cristo, nuestro Señor, haya de atacar a sus adversarios y se impondrá por medio de su Espíritu como por medio de su venida.72 Amén.

16 En el concilio no estaremos delante del emperador o de una autoridad secular (como en Augsburgo, donde el emperador73 publicó un manifiesto tan clemente y con bondad permitió examinar las cosas). Al contrario, estaremos en presencia del Papa y del diablo mismo, que sin querer escuchar nada, va a querer sin vacilación alguna condenar, asesinar, y obligar a la idolatría. Por lo tanto, no besaremos aquí74 sus pies o diremos: “Sois nuestro clemente señor”, sino que igual que en Zacarías (Zac. 3:2) el ángel dice al diablo: “Jehová te reprenda, oh Satanás”.75

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