Artículos de Esmalcalda

Sobre el Evangelio

Volvamos a tratar del Evangelio que nos ofrece consejo y ayuda no sólo de una manera única contra el pecado, pues Dios es superabundante en dar su Gracia. Primero, por la Palabra oral, en la cual es predicada la remisión de los pecados en todo el mundo, lo cual constituye el oficio propio del Evangelio. En segundo término, mediante el Bautismo. En tercer lugar, por medio del Santo Sacramento del Altar. En cuarto, por medio del poder de las Llaves y también por medio de la conversación y consolación mutua entre los hermanos, según lo que se lee en el capítulo 18 de Mateo: “Donde dos estuviesen reunidos”, etcétera. (Mt. 18:20).

Sobre el Bautismo

1 El Bautismo no es otra cosa que la Palabra de Dios en el agua, ordenado por su institución o, como dice Pablo: Lavacrum in verbo.112 o, 2 como dice también Agustín: Accedat verbum ad elementum et fit sacramentum.113 Por eso no estamos de acuerdo con Tomás114 y los monjes predicadores115 que olvidan la Palabra (la institución divina) y dicen que Dios ha colocado un poder espiritual en el agua que lava el pecado mediante el agua. 3 Tampoco estamos de acuerdo con Escoto,116 y los monjes descalzos117 que enseñan que el Bautismo lava el pecado gracias a la asistencia de la voluntad divina, de manera que este lavado se lleva a efecto sólo por la voluntad de Dios, en ningún caso por la Palabra o el agua.

Acerca del Bautismo de los Niños

4 Sostenemos que se debe bautizar a los niños, pues ellos pertenecen también a la redención prometida, cumplida por Cristo,118 y la iglesia debe administrárselo cuando sea solicitado.

Acerca del Sacramento del Altar

1 Sostenemos que el pan y el vino en la Santa Cena es el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Cristo y es administrado y recibido no sólo por los buenos cristianos sino también por los malos.

2 También sostenemos que no se le debe dar únicamente bajo una especie; y no tenemos necesidad de una alta ciencia que nos enseñen que bajo una especie hay tanto como bajo ambas, como afirman los sofistas y el concilio de Constanza.119 3 Incluso si fuese cierto que bajo una especie hay tanto como bajo ambas, sin embargo, no constituye el orden completo y la institución fundados y ordenados por Cristo. 4 Y especialmente condenamos y maldecimos en el nombre de Dios a aquellos que no solamente prescinden de ambas especies, sino que también lo prohíben soberanamente, lo condenan, lo tratan como herejía y se colocan con ello contra y sobre Cristo, nuestro Señor y Dios, etcétera.

5 En cuanto a la transubstanciación, despreciamos las agudezas de la sofistería120 que enseñan que el pan y el vino abandonan o pierden su esencia natural, no quedando sino sólo la forma y el color del pan y no pan verdadero. Pues lo que está en mejor acuerdo con la Escritura es que el pan está presente y permanece, como San Pablo mismo lo designa: “El pan que partimos”. De la misma manera: “De este modo como el pan” (1Co. 10:16; 11:28).

Sobre las Llaves

1 Las Llaves son un oficio y poder conferidos a la iglesia por Cristo para ligar y desligar los pecados,121 no solamente los pecados groseros y manifiestos, sino también los sutiles, ocultos, que Dios solo conoce, como está escrito: “¿Quién sabe cuántos errores comete?” (Sal. 19:12) y Pablo mismo se lamenta en el capítulo séptimo de la Epístola a los Romanos de que él sirve con la carne a la “ley del pecado” (Ro. 7:23). 2 Pues no nos corresponde a nosotros, sino sólo a Dios juzgar cuáles, cuán grandes y cuántos son los pecados, como está escrito: “No entres en juicio con tu servidor, pues para ti no hay hombre alguno vivo que sea justo” (sal. 143:2). 3 También dice Pablo en el capítulo cuarto de la Primera Epístola a los Corintios: “Yo no soy consciente de nada, pero no por eso soy justo” (1Co. 4:4).

Sobre la Confesión

1 Ya que la absolución o poder de las Llaves, instituido por Cristo en el Evangelio, también constituye una ayuda y consuelo contra el pecado y la mala conciencia, así la Confesión o Absolución no debe caer en desuso en la iglesia, especialmente por las conciencias débiles y también por el pueblo joven e inculto para que sea examinado e instruido en la doctrina cristiana.

2 La enumeración de los pecados, sin embargo, debe quedar librada a cada cual, es decir, lo que quiera contar o no. Pues mientras estemos en la carne, no mentiremos si decimos: “Yo soy un pobre hombre lleno de pecados”, como dice en Romanos 7: “Yo siento otra Ley en mis miembros”, etcétera (Ro. 7:23). En efecto, ya que la Absolución Privada tiene en su origen en el Oficio de las Llaves, no debe despreciársela, sino tenerla en alta estima y valor como todos los otros oficios de la iglesia cristiana.122 3 Y en estas cosas que conciernen a la Palabra oral, exterior, hay que mantenerse firmes en el sentido de que Dios no da a nadie su Gracia o su Espíritu si no es con o por la Palabra previa y exterior, de modo que estemos prevenidos frente a los entusiastas, esto es, espíritus fanáticos123 que se jactan de tener el espíritu sin y antes de la Palabra y después juzgan, interpretan y entienden la Escritura o la Palabra externa según su deseo, como lo hizo Münzer y muchos más lo hacen aún hoy día, los cuales quieren ser jueces severos que distinguen entre el espíritu y la Letra y no saben lo que dicen o enseñan. 4 En efecto, el papado es también puro entusiasmo, en el cual el Papa se gloría de que “todos los derechos están en el arca de su pecho”124 y lo que él con su iglesia juzga y ordena, debe ser considerado como espíritu y justo, aunque esté sobre y contra la Escritura y la Palabra externa. 5 Todo esto es el diablo o la antigua serpiente que hizo a Adán y Eva entusiastas, que los llevó de la Palabra externa de Dios a una falsa espiritualidad125 y a opiniones propias. 6 No obstante, lo hizo, también mediante Palabras externas, pero de otra índole, de la misma forma como nuestros entusiastas condenan la Palabra externa, pero ellos mismos no callan, sino que llenan el mundo entero de sus habladurías y escriben, precisamente como si el Espíritu no pudiera venir mediante la Escritura o la Palabra externa de los apóstoles, sino que debiese venir mediante los escritos y palabras de ellos. Por este motivo, ¿por qué no se abstienen tampoco de predicar y escribir, puesto que ellos se jactan de que el Espíritu ha venido hacia ellos sin la predicación de la Escritura?. Pero no es el momento de continuar aquí esta discusión; ya hemos tratado suficientemente de ella.

7 Esos mismos que tienen la fe antes del Bautismo o en el momento del Bautismo, tienen la fe por la Palabra exterior y previa, como los adultos que han llegado a la edad de la razón y que deben haber escuchado antes que “el que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Mr. 16:16), no importa que primero sean incrédulos y que recién después de diez años reciban el Espíritu y el Bautismo. 8 Cornelio, según se lee en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, había escuchado mucho antes entre los judíos sobre el Mesías venidero. En esta fe él fue justo ante Dios y sus oraciones y limosnas agradables (así como la llama Lucas “justo y temeroso de Dios” (Hch. 10:2 y 22); y sin tal palabra y escuchar previos no habría podido creer ni ser justo. Sin embargo, tuvo que revelarle San Pedro que el Mesías (en cuya venida futura él había creído) había llegado entonces y su fe en el Mesías futuro no lo tuvo cautivo entre los judíos endurecidos e incrédulos; por lo contrario, sabía que debía ser salvo por el Mesías presente, y no negarlo, ni perseguirlo con los judíos, etcétera.

9 En resumen: El entusiasmo reside en Adán y sus hijos desde el comienzo hasta el fin del mundo, infundido en ellos e inyectado como veneno por el viejo dragón (apo. 12:9) y constituye el origen, la fuerza y el poder de todas las herejías y también del papado y del islamismo. 10 Por eso, debemos y tenemos que perseverar con insistencia en que Dios sólo quiere relacionarse con nosotros los hombres mediante su Palabra externa y por los Sacramentos únicamente. 11 Todo lo que se diga jactanciosamente del Espíritu sin tal Palabra y Sacramentos, es del diablo. En efecto, Dios quiso aparecer a Moisés mediante la zarza ardiente y la Palabra oral (Ex. 3:2 y 4 y sgtes.) y ningún profeta, ni Elías ni Eliseo recibieron el Espíritu fuera o sin los diez mandamientos. 12 Y Juan el Bautista no fue concebido sin la palabra previa de Gabriel (Lc. 1:13-20), ni saltó en el seno de su madre sin la voz de María (Lc. 1:41-44). 13 Y San Pedro dice: “los profetas no profetizaron ‘por voluntad humana’ sino por ‘el Espíritu Santo’, mas como santos hombres de Dios” (2P. 1:21). Ahora bien, sin la Palabra externa no habrían sido santos y mucho menos los habría impulsado el Espíritu Santo a hablar cuando aún no eran santos. En efecto, dice el apóstol, eran santos en el momento en que el Espíritu Santo hablaba a través de ellos.

Sobre la Excomunión

La excomunión mayor, como el Papa la designa, no la admitimos, la consideramos como mera pena secular y no nos concierne a nosotros, siervos de la iglesia. Pero, la menor, esto es, la verdadera excomunión cristiana, consiste en que no se debe permitir a los pecadores manifiestos y obstinados acercarse al Sacramento o a otra comunión de la iglesia, hasta que se corrijan y eviten los pecados, y los predicadores no deben mezclar las penas civiles en este castigo espiritual o excomunión.126

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